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Parece perfectamente acorde a las circunstancias que se filtraran los planes de Facebook para lanzar una moneda digital en la anteúltima semana de un año en el que la reputación del gigante tecnológico sufrió duros golpes y las criptomonedas se hundieron y ardieron.
Bitcoin y el negocio de las cripto monedas de conjunto- se hundió este año, luego de un auge que desafió la gravedad en los últimos años. El precio de la moneda digital alcanzó casi los US$20.000 a fines del año pasado. Y luego a comienzos de 2018 empezó a caer. Aunque hubo algunas mesetas, el precio siguió cayendo y hoy se ubica un poco por encima de los US$3000.
¿Qué fue lo que sucedió? ¿Hay esperanzas de recuperación? Para responder a ambos interrogantes hay que analizar unos cuantos factores.
LA BURBUJA Cuando bitcoin estaba en ascenso el año pasado, parecía una tendencia en la que se enganchaba todo el mundo, desde la abuela hasta el barman. Por supuesto que mucha gente alertó que podía ser una burbuja, pero siempre es difícil advertir una cosa así cuando uno está en medio del asunto. ¿Es dinero gratis, verdad? ¿Por qué no meterse en el negocio? (¡pero no saque una nueva hipoteca sobre su casa!)
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Sin embargo, estaban todas las señales. Al igual que en anteriores burbujas, la gente basaba su creencia en las criptomonedas en sus emociones, no en un valor intrínseco. Estaba el FOMO (en inglés, fear of missing out, es decir, “temor a quedarse afuera”), lo que agravaba las cosas. Esencialmente, el bitcoin se convirtió en una fiebre internacional. Muchas compañías se estaban “volcando a blockchain” por ningún motivo aparente aparte de que parecía una manera de llamar la atención. Pero cuando la burbuja estalla, el FOMO se convierte en temor a perder, lo que lleva a una caída especialmente rápida.
Entre los que se anticiparon, Mark Dow, administrador de un fondo de alto riesgo, escribió hace casi exactamente un año acerca de su decisión de vender bitcoin después de que comenzaran las operaciones a futuro: “Esta vez se siente diferente. Se siente como una burbuja. La fiebre, luego del Día de Acción de Gracias, se recalentó más que antes. También comenzamos a ver una respuesta robusta de oferta”.
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Y añadió: “Las burbujas son dinámicas complejas. Pero lo que todas tienen en común es que requieren que las emociones se vuelvan realmente parabólicas. Lo que es más, cuanto menos entendemos el objeto de la burbuja hay tanto mayor margen para que la avaricia y el FOMO llenen los espacios en blanco”.
En aquel momento Dow simplemente no pudo encontrar una buena explicación de la performance alocada de las criptomonedas. La única explicación lógica era: es una burbuja. Su visión fue especialmente anticipatoria. Le dijo a Bloomberg este mes que debido a esta astuta decisión duplicó sus ganancias.
Otras alertas tempranas
Pero para comprender la dinámica que llevó a este año deprimente para las criptomonedas, debiéramos comenzar en realidad unos años antes. En los primeros tiempos de bitcoin, Mt. Gox era el servicio al cual había que acudir para manejar las transacciones.
Luego, en 2014, cesaron las transacciones y lentamente fue haciéndose cargo de un hackeo de criptomonedas por valor de US$473 millones, el mayor hackeo de su tipo en aquel momento, y eso hizo que mucha gente repensara las cosas. Pero aún era lo suficientemente temprano como para que la gente creyera que el sistema blockchain lograría eliminar todas las fallas técnicas.
Pero no se terminaron los hackeos. En 2016, DAO -una organización de blockchain basada en ethereum- tuvo pérdidas por valor de US$50 millones debido a un error técnico que alguien aprovechó. Esto, una vez más, provocó ondas de choque en toda la comunidad, pero también provocó que a algunas personas este tipo de hackeo comenzó a parecerles normal.
A fines de 2017 y comienzos de 2018, más gente -especialmente en el
establishment del mundo financiero- estaba prestando atención a bitcoin y las operaciones con criptomonedas. Y a comienzos de enero de 2018, el mercado japonés Coincheck informó de un hackeo por US$534 millones. Esto sucedió justo cuando el bitcoin comenzó a caer de manera acelerada.
Según Stephen Innes, jefe de operaciones en Asia para la agencia de cambio Oanda, los hackeos fueron el primer elemento que tuvo un efecto depresivo sobre las criptomonedas. Al enterarse de los montos de dinero que los ladrones lograban llevarse, dice, “los consumidores quedaron muy preocupados de que su dinero pudiera desaparecer”.
Luego del hackeo a Coincheck -y de otro muy grande que golpeó al mercado coreano Coinrail- gobiernos de Asia oriental comenzaron a intervenir. En pocos meses, China, Japón y Corea del Sur anunciaron distintas medidas para regular mejor las operaciones con criptomonedas. El mundo estaba atento a si esta nueva tecnología llegaría a masificarse y la intervención gubernamental luego de los hackeos gigantes ayudó a empañar la percepción del público.
Por cierto, luego de su pico de casi US$20.000, a comienzos de 2018, el bitcoin cayó a alrededor de US$10.000 y rondó esa cotización por un tiempo.
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Falta de soporte institucional
Más allá de la intervención de algunos gobiernos, lo que el bitcoin realmente necesitaba para alcanzar un éxito sostenido era una aceptación masiva. Mientras algunas instituciones financieras anunciaron proyectos para explorar soluciones basadas en blockchain, muchas otras se resistieron.
El CEO de JP Morgan, Jamie Dimon, por ejemplo, hizo múltiples comentarios a lo largo del año expresando su antipatía general por las criptomonedas. El pensamiento de Dimon podría resumirse con esta cita: “Realmente, el bitcoin no me importa”. Warren Buffett tampoco habló amablemente -“probablemente sea veneno para ratas al cuadrado”- lo que casi con certeza dio un mensaje claro a inversores curiosos.
Cuando un inversor respetado de Wall Street hace comentarios como esos, “elimina un elemento inmenso de masificación del mercado”, dice Innes. Esencialmente, estos peso pesados le estaban diciendo a sus subordinados que el bitcoin no merecía su atención.
Mientras tanto, hay abundante especulación de que el gran auge del bitcoin pudo haberse debido a una maniobra de “inflar y abandonar”. Una teoría que, según se dice, está analizando el Departamento de Justicia de Estados Unidos.
Es que la moneda digital tether (supuestamente atada a la cotización del dólar para lograr una criptomoneda menos volátil) fue usada para manipular el mercado del bitcoin y causar una gran subida de su precio. Esta teoría surge de un trabajo académico, que se refiere a tether de modo muy condenatorio. Y también llevó a muchos a creer que la locura inicial por el bitcoin fue manufacturada y estaba destinada a la quiebra.
Otro golpe institucional contra bitcoin -que probablemente tuvo el efecto más sostenido- fue la negativa de la SEC (la Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos) a aprobar un fondo negociado en bolsa (conocido por la sigla ETF) del bitcoin. Esta hubiese sido una vía para que más inversores de peso hicieran su experiencia con blockchain y les permitiría mojarse la punta de los dedos con bitcoins sin poseer el activo en forma directa.
No solo eso, sino que haría que el bitcoin estuviera disponible en los mercados financieros más importantes. Pero la SEC aún no ha permitido la existencia de tal fondo, principalmente porque es incapaz de monitorear las transacciones con criptomonedas para evitar manipulaciones del mercado.
La imposibilidad de lograr la aprobación de la SEC realmente contuvo al bitcoin y a las criptomonedas en general. Y transmitió el mensaje, dice Innes, “de que no había apoyo de Wall Street”. Mientras tanto el precio cayó de alrededor de US$10.000 a US$6000.
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Batallas internas
Pero no fue sólo el pesimismo externo lo que lo llevó a la baja, sino también los conflictos internos. Los blockchains son sistemas descentralizados y democráticos que requieren del compromiso de los participantes para que el motor siga andando. Cuando hay un cisma que no puede ser resuelto por mayoría, se arma un pandemonio.
En 2016 esto se hizo evidente con el hackeo de DAO. Una manera de solucionar el problema era implementar lo que se conoce como una “bifurcación dura”, una actualización del software basado en ethereum para solucionar la
gaffe técnica que causó el hackeo.
Pero los usuarios de DAO tenían que estar de acuerdo con este cambio y hubo disensos. Aunque se aprobó la “bifurcación dura”, creó dos blockchains activos con dos conjuntos de reglas diferentes. Finamente este hackeo -sumado a la incapacidad de resolverlo- llevó a DAO a su fin en 2016.
Este año se vio una pelea similar, esta vez por el bitcoin cash. Esta moneda, hay que tener en cuenta, no es un bitcoin, aunque se basa en la misma arquitectura. Fue creada por un grupo de mineros de datos que estuvieron en desacuerdo con algunos de los fundamentos del sistema inicial del bitcoin y, por lo tanto, crearon un nuevo blockchain y siguieron su propio camino. En términos de capitalización de mercado, bitcoin cash siempre ha sido una de las principales criptomonedas, junto a ethereum y XRP.
En el otoño boreal pasado, la comunidad de bitcoin cash
comenzó una guerra civil. Esencialmente, los desarrolladores de bitcoin cash tenían visiones divergentes sobre la actualización del software del sistema y por lo tanto decidieron implementar otra “bifurcación dura”. Esto creó dos nuevas sectas de bitcoin cash. Internamente la bifurcación causó mucho conflicto: una de las alternativas más populares del bitcoin fue incapaz de alcanzar un consenso y en vez de ello tuvo que crear dos caminos diferentes que esencialmente irían a la guerra entre sí.
Cuando llegó la “bifurcación dura” -y los participantes tuvieron que elegir qué camino tomar- el mercado de criptomonedas en su conjunto cayó. Esto es, muy probablemente, lo que causó que el bitcoin cayera de alrededor de US$6000 a entre US$3000 y US$4000. Lo que nos trae al presente, con las criptomonedas tocando fondo a menos del 80% de su valor de hace un año.
¿Hay esperanzas?
Por cierto que estamos en un punto muy distinto a lo que se daba hace 12 meses. Lo que era una commodity caliente se ha convertido en una papa caliente que nadie quiere tocar. Aún así, esto casi con certeza no será el fin para el bitcoin o para las criptomonedas en general. Pese a la comprensión de que fue una burbuja, aún los más duros críticos le ven algún futuro.
Dow, el primero en vender bitcoins, por ejemplo, mencionó en su mensaje inicial que una persona puede ser “simultáneamente entusiasta de blockchain y pesimista respecto del bitcoin” y acaba de anunciar que deja de vender.
Mientras tanto, incluso los más entusiastas evangelistas del bitcoin están advirtiendo que es momento de cambiar. Michael J. Casey, asesor de investigaciones sobre blockchain de la Iniciativa de Monedas Digitales del MIT, recientemente escribió que ha llegado el “criptoinvierno”, pero puede llevar a cosas mejores más adelante:
La buena noticia es que el fulgor de la opinión pública eventualmente se disipará y, al apagarse los reflectores, los verdaderos desarrolladores se encontrarán en un ambiente más sano dentro del cual hacer el trabajo necesario para destrabar el potencial de esta tecnología. Vimos un período similar de construcción positiva en el lapso 2014-2016.
Sean cuales sean los nuevos productos, tendrán más dificultades para ser aceptados. Nos guste o no, el mensaje y la imagen son importantes.
Ese parece ser el mensaje general de la mayoría. Incluso Innes, que ha sido crítico del bitcoin y las operaciones con criptomonedas desde hace bastante, admite que esto no significa que el blockchain sea una farsa. De hecho, cree que hay una perspectiva positiva.
“Si esta base puede sostenerse -dice- [el precio] comenzará a derivar hacia arriba”. Pero no por fervor o confianza ciega de que el bitcoin es el futuro, sino debido a avances por el lado de la tecnología.
“Esta es una tecnología legítima, se va a expandir”, dice. “Mi visión de más largo plazo no se aproxima ni siquiera a lo que es mi punto de vista actual”, añade, al tiempo que asegura que incluso podría alcanzar los US$10.000 nuevamente. Pero probablemente llevará unos años. Por ahora, hay que esperar y ver.
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